Eduardo Rosales (1836-1873) debería estar en la lista de los mejores pintores españoles de todos los tiempos. Velázquez, Goya, Picasso, Sorolla o Dalí son los nombres que inmediatamente nos vienen a la cabeza cuando pensamos en artistas de nuestro país; luego quizás vendrían Murillo, Ribera, Zurbarán y algún otro; sin embargo casi siempre dejamos fuera a los maestros del siglo XIX.
Esto es un error lamentable, pues muchos de ellos fueron realmente talentosos. Aunque algunos gozaron de gran reconocimiento en su tiempo, fueron olvidados después, cuando las Vanguardias de comienzos del XX impusieron nuevos valores en el Arte como la originalidad y la transgresión. La pintura de Rosales (y de muchos de sus contemporáneos) pasó de moda; afortunadamente, hoy es valorada de nuevo por su espléndida calidad técnica y porque nos dice mucho de la época en la que fue hecha.
Imagen: Estudio del Pintor Rosales, de Juan Comba García, en el Museo del Prado
LOS ORÍGENES DE EDUARDO ROSALES
Nació en Madrid en una familia humilde; estudió en las Escuelas Pías de San Antón y luego en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
De la vida de Eduardo Rosales sabemos mucho gracias a sus diarios y a las numerosas cartas que de él se conservan.
Su gran amigo Vicente Palmaroli le describe así: “ Rosales era alto, guapo, de mirada inteligente y dulce, melancólico, como lo son todos los que están destinados a morir de la cruel y terrible enfermedad de la tisis. Su carácter era reflexivo, frío y reservado. Tuvo muchos amigos, íntimos pocos…”
EN ROMA
Cuando Eduardo Rosales era aún muy joven se propuso viajar a Italia, país que por entonces seguía siendo uno de los grandes centros artísticos europeos. Vivió doce años en Roma, en la calle de la Purificación, donde compartía habitación y vida bohemia con otros dos jóvenes españoles.
Sus problemas de salud le llevaron a ser ingresado varias veces en el Hospital de Montserrat, que acogía a los españoles en Roma.
Por aquel entonces triunfaban en la ciudad italiana las obras de un grupo de jóvenes artistas alemanes, llamados Nazarenos; buscaban estos la espiritualidad en un arte, en el que predominaban los temas religiosos. Aunque Rosales se apuntó a este tipo de pintura con Tobías y el Ángel, confesó él que el cuadro le dio no pocos problemas, tantos, que tardó años en terminarlo.
En Roma vivió en la Via de la Purificazzione, allí se enamoró de su vecina de enfrente, una mujer casada bellísima llamada Carlota. La retrató en varias ocasiones. Todavía se conserva el balcón en el que Eduardo Rosales dibujó a su amada. La relación tumultuosa duró un par de años; hasta que Carlota y su familia se mudaron a otro barrio.
Otro gran tema de la pintura en Roma era el retrato de personajes de la vida cotidiana romana. Muchos jóvenes artistas como Fortuny o el gran amigo de Rosales, Vicente Palmaroli, pintaron en sus cuadros a Pascuccia, la joven que sirvió de modelo al pintor en varias ocasiones. La niña que vemos en la imagen, la Nena, llena de encanto, era la hija de un zapatero, a la que, según cuenta el pintor, tuvo que dar cantidad de dulces para que se estuviera quieta. El cuadro fue comprado por la Condesa de Velle, está en colección particular.
DOÑA ISABEL LA CATÓLICA DICTANDO SU TESTAMENTO, 1863
De vuelta en Madrid, presentó esta obra en la Exposición Nacional de Arte. Al ganar el primer Premio, la vida de Eduardo Rosales cambió. En Madrid y Roma había malvivido copiando cuadros. Ahora el dinero del premio y la venta del cuadro al Estado le supusieron un alivio económico, pero, sobre todo, le dieron un prestigio gracias al que comenzaron a lloverle los encargos.
El cuadro fue admirado pero también criticado. Eduardo Rosales se preocupaba mucho por la documentación histórica, por los pequeños detalles, sin embargo decidió representar a una reina Isabel joven, que no aparenta los más de cincuenta años que tenía cuando murió.
En una habitación oscura, la luz ilumina rostro y gesto sereno de la reina. A su lado contrasta la figura del rey Fernando, hundido, con la mirada baja. La cama está rodeada de personalidades como el Cardenal Cisneros, o el joven de verde, cuyo ropaje contrasta con el rojo del rey Fernando. La concepción del espacio está muy influenciada por Velázquez, con sus luces y sombres que iluminan o dejan en la sombra a los diversos personajes que rodean a la reina.
EN MADRID
En1869 regresó definitivamente a Madrid, donde se instaló con su esposa Maximina. Viajaba con frecuencia al Balneario de Panticosa en Huelva, donde trataba de mejorar su maltrecha salud.
Siguió pintando, paisajes, retratos y cuadros históricos hasta que en 1871 presentó la que el consideraba su gran obra:
LA MUERTE DE LUCRECIA
Suele suceder a muchos artistas que triunfan con una gran obra, que de ellos se espera que sigan en esa línea. Le ocurrió a Eduardo Rosales con su Testamento de Isabel la Católica; no obstante, el pintor cambió totalmente en estilo es este nuevo cuadro histórico en el que también retrata la muerte de una mujer, la joven Lucrecia, que se suicida tras haber sido violada.
Los cuadros son muy diferentes en colorido, en técnica, aquí más abocetada y, sobre todo, en el movimiento y drama de la acción que contrasta con la solemnidad y quietud del Testamento.
La Lucrecia era demasiado moderna para los gustos académicos españoles y fue muy criticada, a pesar de ganar otro premio en la nueva Exposición Nacional.
Rosales quedó muy decepcionado y dolido por las críticas a su cuadro. Su salud siguió empeorando con lo que se fue quedando sin fuerzas para pintar. Murió joven, en 1873.
Hoy se le recuerda con el nombre de una elegante calle de Madrid y un par de placas en los que fueron sus últimos estudios. Y, por supuesto, la sala del Museo del Prado, en la que se exhiben gran parte de sus mejores cuadros.
En Madrid vivió y tuvo estudio en la calle Libertad y en la Calle de Válgame Dios, donde murió. Ambas están en en barrio de Chueca.
ALGUNAS PALABRAS Y EXPRESIONES
Ingresar en una comunidad, sociedad es entrar a formar parte. Es la palabra que se usa para “ser hospitalizado”. Ej: Luis se levantó con un gran dolor de estómago y fue ingresado en el hospital por apendicitis.
Apuntarse a es inscribirse en alguna lista o en alguna actividad. Ej: María es una persona muy activa, se apunta a todo (a todas las actividades que le proponen).
La vida cotidiana es la vida diaria, habitual de la gente. Ej: En muchos cuadros del siglo XVII se representan objetos de la vida cotidiana.
Le comenzaron a llover los encargos, que comenzó a recibir muchos, muchos encargos.
Maltrecho en mal estado, deteriorado.
Un boceto es un estudio previo, preparatorio de una obra. El verbo es abocetar. La Lucrecia está pintada con una técnica que más que un cuadro terminado parece un boceto.